“El Tren de Arganda, que pita más que anda”.
No hay madrileño que se precie que no haya escuchado esta frase en referencia al tren remolachero que trasladaba esa fruta por el sur de Madrid desde los últimos años del siglo XIX.
Más tarde, ese tren pasó a convertirse en el transporte de pasajeros y mercancía. Por aquel entonces el Ferrocarril unía el pueblo de Vicálvaro y su cementera, con las canteras de Morata de Tajuña, 30 kilómetros al sur de la comunidad. El traslado de la cementera hasta los límites de Morata de Tajuña en 1972, y la posterior ampliación de la línea 9 de metro hasta Vicálvaro, y, más tarde hasta Arganda del Rey, fueron el punto y final para este tren.
Cómo es y qué etapas tiene
Hoy en día su trazado, de 47 kilómetros, ha sido reconstruido en la única Vía Verde de la comunidad. Recorrer durante un fin de semana la vía es un plan fantástico para hacer en familia o con los amigos. La ruta, construida en 2007, consta de 6 tramos que podrás realizar a pie o en bicicleta.
Comienza en Arganda del Rey donde encontrarás 2 caminos distintos por los que seguir la vía verde. Antes de abandonar esta localidad por su zona industrial te recomendamos visitar el Museo del Ferrocarril de Arganda, junto al metro de La Poved. En él podrás abordar la Ribera del Jarama desde una vieja locomotora que recorre 4 kilómetros entre la estación y la Laguna del Campillo además de admirar más de 300 piezas entre las que podrás encontrar locomotoras, vagones centenarios, vestimenta ferroviaria y los billetes de la época.
A partir de la salida, se recorren unos 15 kilómetros en sentido ascendente, hasta que llegas a ‘El Alto’, una meseta en la que hoy en día encontrarás la fábrica de cemento. Entre curvas irás adivinando unos montes de olivares y pequeños arbustos de plantas aromáticas hasta llegar a una gran meseta a partir de la cual el trazado será descendente.
Desde ahí contemplaras en todo su esplendor el municipio de Morata y sus vegas aunque, para tener unas vistas aún mejores, puedes acceder hasta la antigua cantera de Cornicabra. Junto a esta hay un área de descanso.
Se accede hasta el pueblo bajando una amplia ladera.
Una vez que hemos alcanzado este pueblo podemos visitarlo o, siguiendo la dirección Perales de Tajuña, continuar con nuestro recorrido. Poco kilómetros más adelante un solar se extiende ante nuestra vista: era la antigua estación de Tajuña, en la que le ferrocarril se bifurcaba para dar paso a un ramal que se dirigía hacia Chinchón.
En este punto y hasta que se llegue a Perales, hay varias pendientes ascendentes y ¡cuidado con los camiones!
En Perales de Tajuña, de la estación no queda ni rastro, puesto que sobre ella se ha construido un colegio mientras que sobre las vías fueron construidas las calles del pueblo. De aquí parten otras 2 vías:
– Hacia la derecha y cruzando el río, la vega se extiende a lo largo de la autovía A-III.
– El otro sigue la ruta del Ferrocarril llegando hasta las cuevas protohistóricas de Perales de Tajuña. Tras visitarlas, tendrás que atravesar la autovía 300 metros para continuar por la vía verde.
En dirección hacia Tielmes nos encontramos una pequeña ermita antes de toparnos con la estación de Chavarrí desde la que se repartía antiguamente el agua de Carabaña. También hay otro área de descanso con fuente de agua potable. El paisaje agrícola nos acompaña hasta el siguiente pueblo: Carabaña.
Un molino precioso nos recibe a la entrada. Podemos, dar una vuelta por él, o continuar en nuestra ruta y toparnos, en nuestro camino hacia Orusco, con un tramo conocido como el Ferrocarril de los 40 días. Se extiende a lo largo de 14 kilómetros en dirección a Estremera y se llama así porque esos fueron los días que el bando republicano tardó en construirlo durante la Guerra Civil para comunicar Madrid con la zona levantina. Apenas llegó a funcionar un año.
Ya casi estamos llegando al fin de una bonita ruta que discurre entre verdes praderas, zonas arboladas, pequeños puentes y, depende de la ocasión, por la orilla derecha o izquierda del río Tajuña, afluente del Jarama. En el pueblo de Ambite, un pinar nos avisa del final de la vía pero aún guarda en su interior una sorpresa: la antigua estación ha sido reformada albergando un bar-cafetería en la que reponer fuerzas y una piscina donde darse un chapuzón.
La última localidad antes de pasar a la provincia de Guadalajara nos deja un bonito sabor de boca tras una ruta en la que habrás descubierto pueblos de la vega morateña preciosos, colmados de cuevas que se alzan entre un paisaje por el que la historia ha hecho mella.