Si por algo nos conocen en todos y cada uno de los rincones del mundo es por nuestras ganas de fiesta, no lo podemos negar.
Todos hemos oído hablar alguna vez de la mítica Feria de abril, los tradicionales sanfermines, o las fallas valencianas. Pero hay otras fiestas que no son tan populares y que solo por su peculiaridad, merecen ser conocidas.
Algunas tienen detrás una larga tradición, mientras que otras son cosa de las nuevas generaciones, pero te aseguramos que no habrá ninguna que te defraude. ¿Preparado para la diversión?
El Colacho (Castrillo de Murcia, Burgos)
Comenzamos celebrando una fiesta de lo más peculiar: desde 1621 el Día del Corpus Christi un hombre enmascarado vestido con ropajes de color rojo y amarillo recorre el pueblo de Castillo de Murcia (Burgos) azotando a su paso a los vecinos de la localidad con un rabo de buey.
Pero la cosa no acaba ahí, y es que por el camino se encuentra con altares con flores sobre los que duermen, tiernos e inocentes, recién nacidos (y no, no son muñecos) y tiene que saltarlos. Se dice, que el personaje en cuestión representa al diablo, y que salta por encima de los bebés para liberarles del maligno.
La danza de la muerte (Veges, Girona)
Continuamos con los asuntos religiosos, poniendo esta vez la mirada en la localidad de Veges, donde sobrevive una festividad desde la lejana Edad Media.
Cada Jueves Santo, un grupo de baile se contonea al ritmo de la música de los tambores. Hasta aquí, todo muy normal. Pero si te decimos que los bailarines son esqueletos, y que se colocan en forma de cruz iluminados por la luz de una antorcha, la cosa ya es no tan habitual. La danza representa el camino hacia la muerte y el paso inexorable del tiempo.
La batalla del vino (Haro, La Rioja)
En qué consiste esta fiesta queda claro con su título, aquí el objetivo es echarse vino hasta acabar teñidos de morado. Pero, ¿cómo una tradicional romería se ha acabado convirtiendo en una batalla campal que, además, está declarada como Fiesta de Interés Turístico Nacional?
Viajamos hasta el siglo VI para resolver el misterio: desde que Felices de Bilibio murió en los Riscos que llevan su nombre, el lugar era centro de peregrinación por los más devotos. Pero antes de la celebración religiosa, los romeros realizaban un almuerzo acompañados por abundante vino, y solían hacerse bromas manchándose de vino. Tal era la costumbre, que desde 1949 la broma acabó convirtiéndose en fiesta.
La batalla de los enharinados (Ibi, Alicante)
Nos trasladamos de una batalla a otra, pero esta vez nos manchamos con harina (y con una que otra verdura de por medio).
Cada 28 de diciembre, el Día de los Inocentes, los vecinos salen a las calles alicantinas de Ibi para dividirse en dos bandos y luchar, simbólicamente, por el poder político. Según se cree, la fiesta se remonta a la Antigua Roma, donde por un día los esclavos se convertían en amos, y los amos en esclavos.
La Nochevieja veraniega (Bérchules, Granada)
Hasta ahora hemos hablado de fiestas que se remontan a épocas de lo más lejanas, pero hay veces en las que no hace falta rebuscar en el pasado para encontrar una excusa con la que montar una gorda, y este es el caso de la Nochevieja veraniega de Bérchules.
Corría el año 1994 cuando un apagón general dejó a los vecinos sin luz el 31 de diciembre, impidiéndoles comerse las uvas y brindar con champán. Tal fue su precaución, que por si acaso volvía a pasar, decidieron hacer una segunda Nochevieja en agosto, que celebran desde entonces.
La procesión de los ataúdes (As Neves, Pontevedra)
Las de Semana Santa, las de carnaval, la cabalgata de reyes… hay que ver lo que nos gusta a los españoles celebrarlo todo con una procesión o un buen desfile. Y claro, la muerte también tenía que tener uno.
El 29 de julio de cada año, los vecinos pontevedreses de As Neves salen a la calle para que todo aquel que haya visto a la muerte de cerca sea subido en un ataúd abierto y recorra el pueblo agradeciendo su salvación. Es un poco tétrico, lo reconocemos, pero también tiene su parte emotiva.
La guerra del merengue (San Sebastián)
¡Cuántas ideas nos da el cine! Y es que el origen de nuestro último festejo nació cuando un grupo de pasteleros veía la película “La carrera del siglo”, donde los protagonistas terminan el film arrojándose tartas.
La guerra del merengue se celebra en la Semana Grande de San Sebastián, donde niños y mayores se tiran entre sí 500 litros de este dulce postre. Pero aquí el objetivo no es mancharse, sino que gana el que acaba más limpio.
De un extremo a otro, todas las comunidades autónomas, provincias e incluso los pueblos menos habitados, tienen una o varias fiestas populares donde el objetivo es pasarlo en grande. Así que, tan solo relájate y disfruta.