na Belén decía en una canción, que “para subir al cielo no es preciso morir”. Algo parecido ocurre en el caso de bajar al subsuelo. No, no tan abajo como el infierno. Esto se refiere más bien a la posibilidad de visitar lugares que se forman bajo tierra, de manera natural o por la acción del ser humano.
Avisamos de que este tipo de turismo no es apto para personas que sufran de claustrofobia, pero los valientes que se atrevan a descender a las entrañas de la tierra, encontrarán algunos parajes dignos de protagonizar los relatos más variopintos. Si se admite la recomendación, que nadie olvide llevar una linterna por si se apaga la luz… Y, ya puestos, unas migas de pan para emular a Hansel y Gretel, y encontrar rápidamente el camino al exterior.
Pasadizos Secretos
Madrid. Capital de los túneles secretos. Para nadie resulta desconocido que la que también es la capital de España, está hueca por dentro. Goza de un entramado inigualable de pasadizos, túneles y espacios oscuros en los que se han gestado todo tipo de leyendas.
Entre todos ellos se encuentran los pasadizos secretos por los que escapaba Alfonso XIII, estaciones de metro que ya no funcionan como tal, palacetes con puertas escondidas, conductos que van desde Atocha al Retiro, galerías conocidas por la inquisición, búnkeres y refugios, monasterios o teatros, son algunos de los espacios que se pueden encontrar bajo tierra.
Algunos de estos lugares tienen nombre propio, como por ejemplo la estación fantasma de Chamberí, el antiguo búnker bajo Cibeles, los pasadizos del Ayuntamiento o de Alameda de Osuna, las galerías del Palacio Real, las cuevas de la Plaza Mayor o los túneles que comunican la Puerta del Sol y Puerta Cerrada.
En otras localidades de menor tamaño que la capital, existen también resquicios menos famosos y conocidos de este tipo de galerías subterráneas, siendo posible visitar algunas de ellas. Por ejemplo, se dice que en la Catedral Cisterciense de Cerdanyola del Vallès, en la provincia de Barcelona, hay un entramado de más de 4 kilómetros de túneles.
Por su parte, en la zona de Castilla y León hay dos ciudades con construcciones bajo tierra. Tal es el caso de la Catedral de Ávila, o la red de galerías subterráneas del Castillo de Burgos, visitables en una buena parte.
Cuevas
Merecen también su propia mención, las cuevas que se forman de manera natural, aprovechadas en algunos casos para realizar todo tipo de construcciones, algunas tan espectaculares que no bastará una única visita para descubrir todos sus secretos.
En la ciudad de Toledo, se encuentran las llamadas Cuevas de Hércules, un conjunto de túneles situados bajo la antigua iglesia de San Ginés, con refugios construidos por los iberorromanos que actualmente sufren derrumbamientos en algunas partes. Se cuenta que las cuevas eran también utilizadas como templos paganos tras instalarse el cristianismo en Toledo.
Otro ejemplo de este tipo de construcciones tiene lugar en Guadix, una localidad de la provincia de Granada en la que se encuentra uno de los asentamientos más antiguos de seres humanos de la península. Uno de los barrios de la ciudad está formado por cuevas trogloditas que aparecen en las montañas de arcilla. Durante mucho tiempo estuvieron abandonadas, pero en la actualidad se han rehabilitado como atracción turística, donde incluso se pueden ver las chimeneas que sobresalen por la tierra árida.
En la ciudad de Mallorca se encuentran unas cuevas que nada tienen que ver con la acción del ser humano. Se trata de las cuevas del Drach, un lugar de belleza inigualable que se extiende por más de un kilómetro y que cuenta con maravillas para disfrutar, como un paseo en barco por las aguas del lago Martel.
Aunque estas son de las más conocidas, existen hasta 30.000 cuevas naturales en España, siendo unas 50 las que están abiertas al público.
Túneles
Para finalizar este recorrido bajo tierra, cabe mencionar los túneles construidos como vía de paso de vehículos a través de montañas. A pesar de que son obras poco estéticas, en las que predomina la funcionalidad, existen algunos ejemplos de túneles en los que parece que el tiempo pasa a una velocidad distinta al entrar y al salir. Podrían considerarse túneles temporales, en cuanto a la meteorología, ya que muestran un clima antes de entrar, y otro muy distinto al salir.
Esto ocurre por ejemplo en el túnel de El Negrón, situado en el límite entre León y Oviedo. En apenas 4 kilómetros de trayecto, el paisaje cambia del soleado león, al nublado Oviedo, que incluso algunas veces espera con lluvias. También sucede algo parecido en la Isla de la Palma, en el túnel que une Santa Cruz de La Palma con Los Llanos de Aridane.