Damas y caballeros. Suenan las trompetas, se abren los portones y entra el carruaje con el rey. En el interior del castillo, se sientan en la mesa redonda, con sus copas forjadas y grandes lechones asados. Todos van muy bien vestidos. Ellos, con sus escudos, el almófar y los yelmos reposando sobre la mesa. Ellas, con vestidos de lanas y pieles. Las faldas cuadradas bailan con sus andares y los tocados protegen sus cabezas. Es la noche de honrar al rey.
Y ahora mira a tu alrededor. Tecnologías, redes sociales, comida prefabricada, quién pudiera viajar al pasado, quién pudiera comerse ese lechón. ¿Y dónde quedan las grandes fortificaciones de piedra? Ese aislamiento de un material noble, que se ha arrodillado ante el pladur.
Pero ojo, no todo está perdido. El paso del tiempo es inexpugnable, para lo bueno y para lo malo. Por ello, en nuestro país aún se conservan a la perfección ciudades, municipios y monumentos de cuando la gente se protegía con escudos y no con bloqueos en Whatsapp. Cómo hemos cambiado.
Pero de mitos se puede seguir escribiendo, por ello os invito a viajar unos días al pasado sin necesidad de dejar nuestro presente. Hoy vamos a conocer algunos de los mejores pueblos medievales de nuestro país, para disfrutar de una experiencia, que después se convertirá en leyenda.
Hervás, Cáceres
El municipio de Hervás es un tesoro arquitectónico y patrimonial. Su judería fue segunda en la ronda final de El Mejor Rincón de 2013. Venir a Hervás es pasear por calles estrechas y empinadas, es levantar la vista para ver balcones volados y tejados de madera.
También es contemplar el paso del Valle de Ambroz y todo ello, sin perder de vista el corazón de pueblo, donde nos citamos con la iglesia de Santa María de Aguas, de estilo renacentista, y con el Palacio de los Dávila.
Albarracín, Teruel
A Albarracín de lejos se le ve venir. De cerca es inabarcable. Y todo por su muralla, esa que nace abrazando al casco antiguo pero, indomable, se escapa por la colina hasta alzarse en lo más alto de la orografía del lugar.
Y es precisamente su enclave geográfico, lo que convirtió a Albarracín en un pilar defensivo en la batalla de musulmanes y cristianos. Estamos sin duda ante un municipio fortificado de belleza incalculable, que ya en los años 60 fue declarado Monumento Nacional.
Besalú, Girona
Probablemente la villa medieval mejor conservada de toda Cataluña. Preside su fotografía el puente románico, que nació en el siglo XII y aún hoy sigue siendo cruzado. Pero la cosa no queda en esta puerta con pilares arqueados, tampoco puedes perderte el edificio de la Curia Real o los baños medievales de la judería.
Y es que Besalú, no es ningún descubrimiento a estas alturas. Conocido en el medievo, reconocido en nuestros días.
Ronda, Málaga
En Ronda el puente vuelve a ser protagonista. Pero este nos gana. Nos gana en altura, en inmensidad y en vértigo, pues tus pies cruzan en torno a 150 metros de desfiladero. Y el puente es solo un aperitivo, un aperitivo que ya calma el hambre, pero que no hace más que ponernos en la pista sobre lo que ofrece el municipio.
Como por ejemplo, un casco antiguo que ha sido declarado Bien de Interés Nacional, con murallas y portones resaltando en cada esquina de sus arquitecturas. Y, por último y aunque sea posterior al tema que nos acontece, su Plaza de Toros es otro de los reclamos, siendo una de las más longevas de España.
Peratallada, Girona
Cierto es que tiene la playa a 20 minutos, y aun así esa no es su mejor baza. La piedra domina el paisaje, calles y casas están empedraras, dando forma, estructura y vida a la belleza. De visita obligada es su castillo, del que sobresale la torre, una fortaleza propia del siglo XIII.
Por otro lado, también exclamarás de asombro cuando te presentes frente al palacio y las murallas, estas, del siglo XII. Y por si tienes ganas de más, la iglesia de Sant Esteve pondrá la guinda a la escapada.
Tossa de Mar, Girona
Sin movernos de la provincia nos encontramos con un paisaje que aún guarda ese encanto de lo antiguo. Es uno de los pueblos con detalles de su anterior perfil, en la costa.
Su panorámica se ha visto alterada a lo largo de los años, y donde antes se levantaba el imponente castillo, ahora se encuentra su faro, dando guía a los marineros desde hace ya algún tiempo.
Lo curioso de la zona es su muralla, que por la noche se ilumina y deja una postal romántica encantadora, a los pies del Mediterráneo. Ésta data del siglo XIII, y te hará volver a aquel tiempo.
Buitrago de Lozoya, Madrid
La Sierra de Guadarrama pone el respiro a la capital. Y en ella encontramos este tesoro, que se levanta en un promontorio, que le pone tintes isleños, al verse rodeado por el río Lozoya. Destaca en su figura y forma la muralla y el castillo, muralla que podemos pasear, para repasar las características del medievo.
Y además Buitrago nos tiene guardada una sorpresa muy especial. Nada más y nada menos que un Museo Picasso, con obras del propio artista, originales claro. ¿Y esto a qué se debe? Pues a que el pintor era muy amigo de su peluquero, natural de Buitrago.
Aínsa, Huesca
En Aínsa mires donde mires, belleza encontrarás. Su casco antiguo es sencillamente inimitable. En él, no te puedes perder el castillo, o mejor dicho, el conjunto del castillo, que también cuenta con una zona amurallada y la Torre del Homenaje. Junto a ello, tampoco te puedes perder la Plaza Mayor, de los siglos XII y XIII.
Pero su encanto arquitectónico y patrimonial no es el único reclamo, ya que el enclave del pueblo es perfecto para disfrutar del turismo rural al situarnos entre el Parque Natural de Ordesa y el de la Sierra. Todo ello acompañado por el sonido del cauce del Valle de Benasque.
Peñafiel, Valladolid
Peñafiel destaca por el imponente castillo, que vigila a todo el vecindario. Situado en el corazón de la Ribera del Duero, el municipio por un precioso casco histórico, donde destaca la plaza del Coso.
Soslayar también la presencia de 200 metros de murallas y que en lo alto del cerro, en el interior del castillo, os toparéis con el gran Museo Provincial del Vino.
Calatañazor, Soria
Más que municipio, aldea. Apenas 100 habitantes os esperan aquí, lo cual realza aún más el encanto del lugar. Levantado sobre una gran roca, el río Abión acompaña con su cauce este rincón de tesoros y leyendas. Las murallas rodean la aldea, casi inalterables al paso del tiempo. Y tras ellas, casa de piedra, con refuerzos de adobe y madera, además de calles empedradas.
Y, por supuesto, un gran castillo que mantiene su torre en un envidiable estado. Además, visitar Calatañazor nos da pie a conocer también Covarrubias, de igual encanto medieval, pero en la provincia de Burgos.
Sepúlveda, Segovia
Sepúlveda, o lo que es lo mismo, la Villa de las Siete Puertas, es sin duda un referente cuando hablamos de arquitectura medieval. El pueblo conserva fragmentos de su muralla, del siglo X, y diferentes portones de la época, como la del Rocío o la del Ecce Homo. Recomendamos visitar también la iglesia de El Salvador, la primera de tipo románico en la comunidad.
Con el mismo encanto o mayor te espera el santuario de Santa María de la Peña, que destaca también por su situación en el extremo del pueblo, frente a las imponentes hoces del río Duratón.
Miravet, Tarragona
Miravet ya deja entrever su encanto desde la lejanía, pues el pueblo escala con su orografía por la ribera del Ebro. Sus dos elementos más reconocidos son la muralla y el espectacular castillo templario, que preside la colina.
Dicho castillo, de origen islámico, es un tesoro arquitectónico, con funciones de convento y con las mejores vistas panorámicas del cauce del Ebro.
Y hasta aquí, una lista a la que hoy ponemos fin pero que en realidad sería interminable. ¿Cuál es vuestro preferido? Y, de los que no están, ¿Cuál recomendáis para este apasionante viaje al pasado?
¿Sabías qué…?
… La ropa en la Edad Media era gruesa y pesada para tapar y contener el mal olor de las personas. Así es, bañarse en aquella época era algo que se daba con escasa oportunidad, lo que también provocó otro uso del abanico: el de aliviar dicho olor bajo la ropa.